Carta desde la Misión
San José de Los Llanos (República
Dominicana)
Septiembre de 1997
Queridos
Amigos de la Misión.
“Id
al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”.
¡Por fin llegué a la misión a la
que me envía el Señor! La mayoría sabéis que estoy en la Parroquia de San José
de Los Llanos, en la Provincia de San Pedro de Macorís (República Dominicana).
Estamos en la zona “oriental” del país, en una llanura inmensa, en medio de un
mar interminable de caña de azúcar que nos rodea por los cuatro costados. Es la
llanura más extensa de todas las islas del Caribe.
La ciudad de San Pedro está en la
costa al sur-este de la isla. La zona que me han asignado va desde casi la
costa hasta el centro del país. Vivo en el municipio de Los Llanos y al rededor
tengo que atender además otros 38 campos (pueblos o poblaciones de entre 200 a
700 habitantes aprox.) y bateyes (poblaciones de haitianos que viven de y para
la caña, la mayoría ilegales).
Imposible calcular la población,
por más que pregunto nadie sabe, los censos apenas si existen. Yo lo único que
sé es que aquí hay gente y gente por todas partes. Sobre todo muchísimos niños
que son el gran tesoro y la gran riqueza de este maravilloso país. Aún no he
tenido tiempo de visitar todos los campos, voy cada semana a dos o tres nuevos.
No tengo ni un metro de asfalto por esos caminos, sólo barro, lodo, fango y
agua.
En realidad los caminos no son
más que los surcos que hacen la carretas de bueyes y los tractores que van
arrastrando la caña hasta los “ingenios” (las fábricas que procesan la caña de
azúcar). Por estos caminos no hay coche que transite, únicamente los vehículos
de tracción en las cuatro ruedas tienen más posibilidades de no “enchivarse”
(hundirse y quedar atascado en el fango) en cuyo caso hay que esperar a que
venga un tractor o unos bueyes a sacarte arrastras. Quizá la necesidad más
urgente que tengo en estos momentos es la de conseguir un vehículo de estos,
pues el que tengo en estos momentos está a punto de sucumbir.
De los 38 campos, sólo 14 tienen
algo que pueda parecerse a una capillita o “enramada” (sombrajo de palos
cubierto de hoja de palmera o platanero). En los demás la Misa se celebra al
aire libre. Llevo un maletín que me han regalado las Madres Carmelitas de San
Francisco (California).
En estos momentos hace un calor
insoportable, no recuerdo haber sudado tanto en mi vida, quizá cuando fuí a la
India en tiempo de los monzones. Para escribir una carta en un papel es necesario
poner una toalla o un cartón debajo del antebrazo para que el sudor no rompa la
hoja. Celebrando Misa ya no os cuento lo que es sudar, imagináoslo. El clima
varía poco durante el año, quizá refresque algo en invierno, aunque ¡ya os
imagináis que no es para ponerse un
abrigo!
De las cosas que más me han
asombrado a mi llegada, sin lugar a dudas las que más y con mucho, es la
pobreza. La pobreza es horrible y sólo el que la vive sabe de verdad toda su
profundidad. Estas gentes son pobres porque sencillamente no tienen nada, o
sea, NADA. Eso es ser pobre, mire usted, no tener nada.
Entro en las chozas de estas
gentes, hechas de hoja de palma, de yagua (hoja de platanero puesta a secar) y
no hay nada. Todo es rudimentario, no tienen luz eléctrica, no hay agua
corriente, apenas si hay donde sentarse, no tienen los más mínimos utensilios
de cocina, no tienen servicios ni baño (usan una rudimentarias letrinas cavadas
por ellos en la tierra que es un foco continuo de infecciones). Se ven con
frecuencia niños de cuatro años con una
lata vieja y oxidada que viene andando con apenas un calzoncillo mugriento,
cargando agua hasta su casita.
Hace unos días fuí a celebrar
Misa y a conocer un pueblito más de tanto como tengo, se llama Los Castro. La
choza en que celebré la Eucaristía era cochambrosa, la peor que he visto hasta
ahora. Al terminar pregunté si había enfermos y me indicaron dos ancianas que
vivían en una cuchitril en terribles condiciones, sin ninguna higiene, nada de
comer. Me dieron una caja de madera medio destartalada para que me sentara y
les confesara. Me dí cuenta que al preguntar que si había enfermos, algunas
mujeres estaban cuchicheando, algo así como: “se lo decimos, o no se lo
decimos”. Por fin me llevaron a una especie de choza de no más de tres metros
cuadrados, sin una ventana. Un hombre levantó literalmente del suelo una de las
paredes para que yo entrara dentro, mientras que la gente que acababa de
participar en la Misa comentaba: “va a entrar, va a entrar en casa de fulano”.
Al pasar dentro vi un hombre mayor, esquelético, tenía puesto sólo un
calzoncillo mugriento, acostado en un catre de cuerda, todo apestaba a orín y
excrementos. La gente mientras se arremolinaba a la entrada, a ver lo que hacía
el padre. El hombre se puso nervioso al vérme y únicamente era capaz de repetir
de manera casi ininteligible: “tengo una Biblia, tengo una Biblia”, como para
indicarme que era católico. Efectivamente la tenía. Al salir pregunté que si
tenía algún familiar, me indicaron que en el pueblo de al lado, para allá fuí.
Era ciego. Le pedí permiso para llevármelo al hogar de ancianos de la Madre
Teresa en la capital. Mañana iré a buscarle con una de las misioneras laicas
que está trabajando como enfermera en el pueblo de al lado al mío, donde está
mi amigo el padre Antonio Diufaín.
Toda el agua está contaminada,
tenemos que hervirla y filtrarla, se puede comprar agua “purificada” (sabrá
Dios lo que entienden aquí por purificada) por 14 pesos 5 galones (un dolar).
El que pueda pagarlo. Aquí casi todo el mundo sufre de problema de estómago por
las amebas y otro sin fin de bichejos que lleva el agua. Por cierto, en esto a
mí quien me ha salvado la vida es Reyes Güell, mi farmacéutica particular, que
me equipó opíparamente este verano en Madrid contra todo tipo de
eventualidades.
Hablando de pobreza, hace pocos
días en el dispensario del pueblo se murió una niña de siete meses porque se
fue la luz en toda la comarca (como sucede casi todos los días y a veces varios
días seguidos) y no pudieron “prender la planta” (la planta es un generador de
electricidad con motor de gas-oil) porque no tenían dinero para comprar
combustible. Por falta de electricidad no le pudieron suministrar oxígeno ya
que sufría de un pequeño ataque de asma. Cuando le preguntaron a la madre que
es lo que le había dado a la niña para que hubiese llegado en situación tan
crítica, ella contestó que en su campito la costumbre cuando los niños no
respiran bien era darles su propio pis hervido y mezclado con un poco de
azúcar. Sin palabras.
En estos momentos, para quien
quiera colaborar en la misión Tengo cuatro prioridades o proyectos concretos:
La Primera: Necesitamos
urgentemente un vehículo todoterreno para movernos de un lado a otro, el que
estoy usando actualmente es casi un desguace y cuando voy con él kilómetros y
más kilómetros, entre dos auténticas murallas interminables de caña voy
pensando: “como esto se pare, a mi no me encuentran en un mes”. Para que os
riáis, los caminos son tan largos e intransitados, sobre todo de noche, que se
me había ocurrido conseguirme bengalas de barco para que los del pueblo sepan
que tienen que venir a rescatarme y donde estoy, ¿a que es original?
Aquí se puede comprar un Toyota
muy apropiado para este tipo de terreno y de misión por unos $20,000 (no
pagamos impuestos, estamos lo que aquí el gobierno llama “exonerados”).
La Segunda: La parroquia tiene
una casa que lleva unos años abandonada y que necesita ser restaurada (pintar,
conectar la luz, reconstruir la muralla de ladrillo que rodea la pequeña
propiedad, comprar una pequeña cocina y resto de los muebles básicos de la
casa). La importancia y urgencia de esta obra está en que ya hay algunos
universitarios que se han puesto en contacto conmigo y que están dispuestos a
ofrecer un tiempo de su vida trabajando en esta misión. Imaginaos lo importante
que es esto para mí, tener algunos colaboradores que quieran ofrecer su
compromiso cristiano, su juventud, sus talentos, sus especialidades académicas.
¡Aquí hacen falta muchos brazos y corazones! Les podría acomodar en esta
casita. Lo necesito para antes de Diciembre que es cuando espero que lleguen
los primeros.
La Tercera: La parroquia ha
comenzado un comedor para cien de los niños más pobres del pueblo. Desafortunadamente
el presupuesto es totalmente insuficiente para poder atender a estos pequeños.
Por no poder, no podemos darles en estos momentos agua que no sea de la que os
dije antes, en vez de agua purifica. Me gustaría tratar de poder darle un
estipendio a alguna chica de aquí, para que, además de darles de comer, podamos
enseñales algo, comprarles algunos materiales escolares y de catequesis. Es
maravilloso ver a los niños cada mañana, aunque siempre me quede pensando al
verlos “¿qué será de ellos mañana?”.
La Cuarta: Quizá sea ahora el
proyecto más ambicioso, se trata de ir poco a poco construyendo capillas en
cada uno de los pueblos. Esta serviría para celebrar la Misa, para dar
catequesis a los niños, de dispensario cuando empecemos los dispensarios móviles
e incluso de refugio para la gente del pueblo cuando llega la época de los
ciclones que todo lo devastan, sembrando el lugar de destrucción. Pensad a este
respecto, que hasta en el campito más inmundo hay “iglesia evangélica” e
“iglesia adventista” o “pentecostal”.
En cartas sucesivas os iré
contando mucho más respecto a las necesidades y a los posibles proyectos y
programas con los que podéis ayudar. Para los que queráis ayudar económicamente
recordad que aquí únicamente sirven dólares. Es casi imposible cambiar aquí
pesetas. Cuando deis pensad siempre en dólares que es lo que a mí me va llegar.
Tengo una cuenta abierta en Madrid en el Banco Spirito Santo, mi buen amigo
Joao Brito [(91) 566-7218] o mi hermano Billy [(91) 448-5162] os pueden dar más
detalles. Tengo también una cuenta abierta en Nueva York en CHASE MANHATTAN #
123 073 491 565. Ya mis amigos sacerdotes Pascual Cervera o Javier Igea sabrán
como hacérmelo llegar
Ahora bien, si de verdad queréis
colaborar con la misión, lo que más necesitamos es vuestra oración y sacrificio
porque lo que más hace falta aquí, gracias a Dios, no se puede comprar ni con
todo el oro del mundo. Lo que más necesitamos son sacerdotes. Muchos más
sacerdotes. Orad con toda el alma para que haya otros a quienes también les
arda el corazón con espíritu misionero y se lancen, dejándolo todo. Somo 15
sacerdotes en esta nueva diócesis incluido nuestro obispo, el pobre trabaja
como uno más de nosotros.
Quisiera en esta primera “Carta
desde la Misión” dar las gracias a muchísimas personas que me han ayudado y
siguen haciéndolo generosísimamente: ante todo mis padres, mis hermanos mi
cuñado y cuñada que ya están plenamente embarcados en esta misión, sin ellos ni
siquiera hubiese podido llegar hasta aquí.
Doy las gracias a Mico y Sonia,
Juan y Reyes que este verano me ayudaron y animaron de muchísimas maneras,
También a Piru y a Manolo por el
interés que se tomaron con todos estos planes ¡sigo contando con vosotros!.
Mención especial merecen en mis
agradecimientos las comunidades de clausura que desde el silencio y la soledad
me acompañan con su vida entregada a Cristo Esposo y nos alcanzan a todos los
misioneros la gracia y la fortaleza para perseverar. La Madres Carmelitas de
San Francisco (California) me han regalado un Sagrario preciso que tengo en mi
oratorio por lo que las recuerdo siempre en mis pobres oraciones, me han dado
una preciosa custodia para la adoración al Santísimo Sacramento que ya estamos
usando en la parroquia. Me han dado muchísimas vestiduras litúrgicas, un
maletín para celebrar Misa por los campos, paños de altar, libros de
espiritualidad como para hacer un doctorado, ¡en fin, de todo!
Igualmente las MM Carmelitas de
Buffalo (NY) me han regalado, purificadores, corporales, una custodia, etc...
También le doy las gracias a las Carmelitas de Talavera de la Reina que me han
regalado tantas y tantas cosas a lo largo de estos años. Muchas de las
vestiduras que uso a diario son hechas con sus propias manos, ya os imagináis
con cuanto amor. Me acaban de mandar una gran cantidad de cálices para ir
equipando con dignidad cada una de estas capillitas.
Le agradezco mucho a las Hermanas
de Belén su ayuda y su oraciones. Me han regalado unos iconos preciosos que
tengo en mi oratorio, sobre todo uno que me encanta de San José, que como
sabéis es el titular de la parroquia. Es difícil para mi explicar la deuda de
gratitud que tengo contraída con estas hermanas pues en sus monasterios siempre
he encontrado un lugar para el silencio, el retiro, la soledad y la oración.
¡Os lo recomiendo, visitadlas y ayudadlas!
Le agradezco a las Hermanas
Oblatas de Cristo Sacerdote todo cuanto me han ayudado con el testimonio y su
vida hecha holocausto de amor por los sacerdotes. Uno de mis más maravillosos
recuerdos de este verano, en preparación para la misión fue mi visita a su
comunidad de Javier (Navarra). Tenía una ganas inmensas de ir a encomendarme a
San Francisco Javier, el gran misionero y patrono de las misiones. La comunidad
de las Oblatas tiene el coro donde hace la oración sobre la misma iglesia del
pueblo, la misma en que fue bautizado Javier y en la que aún se venera la misma
imagen de la Virgen ante la que el rezaba la Salve de niño. Por cierto que me
acababan de sacar la muela del juicio y llegué gracias a mi primo Pablo que me
llevó.
Aunque os parezca mentira, en mi
última conversación con la Madre Teresa a finales de Junio en Nueva York, al
explicarle que iba de misionero a la República Dominicana, se puso contentísima
y me dijo que no dejara de escribirle a Calcuta para pedir una fundación de sus
hermanas Misioneras de la Caridad a las que ya sabéis que estoy tan unido. Pues
bien, mientras esa fundación se va gestando las hermanas de esta congregación
que están ya trabajando en Santo Domingo capital, se han ofrecido para venir un
día a la semana a ayudarme por los campos.
Doy las gracias a mis buenísimos amigos sacerdotes de Toledo que
tanto me han animado a lo largo del sacerdocio y de manera especial en esta
última etapa de mi vida.
Doy especiales gracias a mi amigo
del alma el padre Gonzalo Mazarrasa, coordinador de la delegación de misiones
de la Conferencia Episcopal. Este verano en Madrid se ocupó de presentarme a
personas asociadas a la labor misionera de la Iglesia. Todos sin excepción
mostraron verdadero espíritu evangélico, poniéndose todos a mi disposición
según el campo de trabajo de cada uno. Entre ellos destacan: D. Fernando
Barriocanal, Secretario Técnico de la Gerencia (CEE); D. Francisco Arellano,
Secretariado de la Comisión Episcopal de Misiones. D. Juan Quesada Aguilera,
Director Técnico ONG “Misión América”.
Aquí en RD merecen especial
mención los PP Paules. Ellos nos han abierto a Antonio y a mí las puertas de su
casa y de sus corazones sacerdotales. Su comunidad es un hogar de puertas
abiertas para cuando los dos llegamos de tierras a dentro en la misión y
necesitamos un sitio para escondernos, rezar, descansar, escribir (por ejemplo
ahora estoy con ellos mientras escribo esta carta con un poco de tranquilidad).
Son verdaderos sacerdotes hermanos con el verdadero espíritu de san Vicente de
Paúl.
Quizá a la persona a quien más
deba agradecer es a mi amigo el padre Antonio Diufaín, compañero y amigo desde
el seminario de Toledo. Fue él quien primero llegó aquí. Estamos a 20 Kms de
distancia (45 min.) el uno del otro. Su SI a Dios ha hecho posible el mío, si
él no se hubiese lanzado a venirse, casi con toda probabilidad yo jamás hubiese
llegado a estas tierras, a estas benditas gentes. Las necesidades suyas y mías
son muy parecidas y todo lo organizamos en común, compartiendo todas las ayudas
que nos llegan. Verdaderamente hay gente maravillosa en este mundo que
calladamente va haciendo su labor y de su corazón da lo mejor que tiene, ¡Dios
sea su recompensa!
Por si alguno se pregunta por la
razón de estas carta y las que vengan, sabed todos que su fundamental propósito
es la haceros compartir las maravillas que el Señor quiere realizar entre estas
gentes. Por eso no quiero en absoluto que nadie se lleve la impresión de que se
trata simplemente de dar dinero. Yo lo que de verdad quiero es que la gente
cambie su corazón, que leáis estas lineas como una invitación de Cristo a
cambiar de vida. Mirad, pobreza la hay en todos sitios, debajo de nuestras
narices para el que quiera verla, en nuestras propias casas y familias, pero
esta pobreza, la de aquí, es tan escandalosa, grita tan fuerte que es imposible
ignorarla como hacemos con otras pobrezas, yo el primero.
Me gustaría ayudaros en lo que
pueda, a través de este diálogo epistolar, a que penséis en vuestro diario
vivir en todas estas gentes. No deis de lo que os sobra, no deis porque soy yo
y me conocéis. Dad, no de lo que os sobra, sino dad con sacrificio, privándoos
de algo. Pudiéndoos gastar el dinero en algo que en si no es malo, ni siquiera
ostentoso, elegid, por amor a Cristo en los pobres, dárselo a ellos. Esto os
puede servir de manera especial a los que tenéis niños pequeños o adolescentes.
No les deis todos los caprichos, recordadles que hay otros que no tienen nada y
que además hay gente que por amor a Cristo se van a vivir con los que no tienen
nada, como Cristo que, como dice San Pablo: “siendo rico se hizo pobre, para
enriquecernos a todos con su pobreza”. No os pido que deis os pido que os deis
vosotros mismos, con cruz, con sacrificio, aunque sea una cosa pequeña, pero
hacedlo con todo vuestro amor.
Este verano tuve también la
oportunidad de ir a Lisieux para encomendarme a Santa Teresa del Niño Jesús,
que como sabéis es la otra patrona de las misiones. Ella decía que: “Amar es
dalo todo y darse del todo a si mismo”.
A todos los que ya habéis ayudado
con vuestras oraciones y económicamente os doy las gracias de todo corazón,
pero ante todo deseo como sacerdote que vosotros mismos experimentéis la gracia
de la misión. No os olvidéis de esta gentes maravillosas en vuestro vivir de
cada día. Son nuestros hermanos, han sido redimidos por la misma Sangre de
Cristo, son prolongación y presencia viva de Jesucristo en medio nuestro que
nos dice a todos: “Tuve hambre y me diste de comer... ¿cuando Señor? Cada
vez que lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo
hicisteis...” (Mt 25).
Aquí en RD se tiene gran
veneración a la Virgen Nuestra Señora de la Altagracia, a Ella os encomiendo a
todos. Rezad por mí como yo lo hago siempre por vosotros ante el Sagrario de la
misión. Con mi más cariñosa bendición.
P. Christopher
PS: El
correo no llega hasta aquí por eso hemos abierto un apartado postal en la
capital a la que o Antonio o yo vamos casi todas las semanas:
Padre
Christopher Hartley
Apartado 151-E
Santo Domingo
República Dominicana